#1 – La atención es el mayor regalo que puedes dar a las personas que te importan

¿Quieres una definición de amor adaptada a nuestro tiempo? Dedicar atención real a otra persona.

Vivimos en un mundo en el que incontables estímulos invaden tu ventana de atención y nos alejan de hacer lo que realmente nos importa. Nuestra cabeza tiende a buscar distracciones que le demanden poco esfuerzo y nos resulta mucho más fácil hacer scroll en alguna red social que ponernos con ese libro que tanto nos apetece leer. Por si fuera poco, se nos da realmente mal hacer dos cosas complejas al mismo tiempo porque superan nuestra capacidad de procesamiento. Un buen ejemplo es intentar aparcar mientras mantienes una conversación. La probabilidad de que le des un besito al coche de atrás aumenta significativamente.

Si eres como yo, pasar tiempo de calidad con la gente que quieres es una prioridad y ser capaz de dedicarles el 100% de tu atención en este mundo plagado de estímulos es la forma más bonita de demostrar afecto.

Y las consecuencias de no hacerlo pueden ser devastadoras.

Incluso los vínculos que crees más sólidos se pueden romper si dejas de sumar.

En mi primera oportunidad laboral con un contrato indefinido me encontré en una situación bastante perversa, puesto que tenía tantas ganas de hacerlo bien que trabajé muchísimo más de lo que era capaz de sostener en el tiempo.

En un primer momento todo fue sobre ruedas. Empezaron a llegar buenas valoraciones, se fortaleció mi posición y mi trayectoria apuntó hacia arriba. Sin embargo, no era capaz de disfrutar de los éxitos porque dentro de mí sabía que los estaba consiguiendo a base de un nivel de sacrificio insostenible. Estaba siendo una metralleta que daba en el blanco de vez en cuando y de pura casualidad.

Esta situación sostenida en el tiempo me demandaba tanta energía que a duras penas quedaba algo para mí, y mucho menos para los demás.

Salía del trabajo tarde y mentalmente agotado, sabiendo que no podía desconectar del todo porque las llamadas no iban a parar. Ahí comenzaba el tiempo que debía dedicar a mi familia y amigos.

Hablábamos, pero se trataba de una comunicación superficial. Mi cabeza estaba en otra parte y las conversaciones sencillamente dejaron de fluir como solían. Empecé a percibir las charlas que mantenía por gusto como una obligación, y era bastante obvio que mi entorno más cercano sentía preocupación y no sabía cómo ayudarme. Obviamente tenían razón, pero yo no tenía ni idea de cómo remediarlo y mi frustración iba en aumento, lo que me llevó a tomar distancia para no tener que enfrentarme a la verdad.

Mis padres aguantaron el chaparrón porque me quieren incondicionalmente, pero otras relaciones menos sólidas no lo soportaron.

Sin embargo, no hay mal que por bien no venga y de esta experiencia me llevo dos grandes lecciones.

La primera es que, si cuidar de los míos es realmente una prioridad, debo encontrar la forma de dedicarles el 100% de mi atención.

Quizás estés familiarizado con la regla del 7-38-55 que circula por internet.

Nos dice que las palabras que decimos solo representan un 7% de la comunicación, y el resto está en la entonación, la expresión facial y el lenguaje no verbal. No sé cómo de exacto es el número, pero nos da una idea de la cantidad de matices que debemos apreciar para tener una comunicación completa.

Por lo tanto, no vale con atender a medias si queremos sacar el máximo partido de las interacciones con nuestra gente. Especialmente cuando no podemos dedicarles tanto tiempo como nos gustaría.

La segunda es que para mostrarles mi mejor versión es necesario que el resto de actividades que ocupan mi día no me consuman el tiempo y energía.

En mi caso, el factor decisivo fue el trabajo para mejorar mi productividad personal.

Y la base es reflexionar honestamente sobre qué es importante para ti y dónde aportas valor. En el momento en que defines tus prioridades y arrojas luz sobre qué es lo que te lleva a alcanzar tus objetivos, «solo» tienes que maximizar el tiempo que dedicas a ello y elegir los momentos en los que tu nivel de energía es el adecuado para que puedas enfocarte de verdad y tengas un buen desempeño. Esto te dará ese margen que necesitas para que tu esfuerzo diario sea sostenible.

Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero te garantizo que merece la pena hacer este trabajo de reflexión y de diseño de una estrategia que te lleve a hacer más de lo que realmente te importa.

Y si no puedes hacer más porque tienes restricciones de tiempo, tendrás que hacer que cada minuto cuente.

Cuando pienso en esto veo a mis padres, que viven en Galicia y visitarlos requiere de cierta logística. Intento ir cada mes y medio o dos meses, aunque es menos de lo que me gustaría. Y en este escenario, el único enfoque razonable es garantizar que el tiempo que paso con ellos sea de calidad.

Aunque solo tenga media horita para tomar el café antes de ponerme a trabajar, en ese ratito solo existe la charla con mis padres y el calor de la taza de café. Y encarándolo así, cualquier momento puede ser único. Cualquier momento puede marcar la diferencia.

Un café puede ser una simple bebida que bebes por rutina, o una oportunidad única de disfrutar de los tuyos.

Depende de ti.

La atención es el mayor regalo que puedes dar a las personas que te importan.

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