#14 – Trabaja Menos, Logra Más: El Secreto de los 90 Minutos

¿Alguna vez has tenido que trabajar es una presentación importante o un reporte crítico después de las 18:00 o durante el fin de semana porque no encontraste otro momento de paz para concentrarte?

Es una sensación muy frustrante. Tratas de avanzar en los ratitos entre reuniones o en esa media horita que consigues liberar porque engulles tu comida, pero justo en ese momento aparece algún compañero y te pregunta cualquier cosa. Y se te rompe el flow. Siempre pasa algo cuando realmente necesitas espacio mental. Así que te pones con esa tarea importante a ultimísima hora cuando ya no queda gente en la oficina o al llegar a casa.

Cuando te estás quedando sin combustible en el depósito.

Si te pareces un poco a mí, se te dará regular predecir el tiempo que te va a llevar una tarea compleja. Así que te ves terminando a las mil, sin opción ni ganas de ir al gimnasio o de hacer cualquier otra actividad que te ayude a recargar energía. Acabas el trabajo, cenas mientras ponen algo en Netflix, y cuando te das cuenta amanece y ya te toca encarar un nuevo día.

Y así es como se hace pedazos el balance entre trabajo y vida personal.

Por suerte, cada vez es más frecuente que esta problemática se visibilice y que se desafíen las formas convencionales de estructurar el trabajo.

Un buen ejemplo es el de Alex Hormozi, emprendedor e inversor estadounidense que entiende la productividad como “invertir tu tiempo en lo que te genera mayor retorno” y argumenta que, si se quiere conseguir que una organización sea productiva hay que entender las diferencias en el el trabajo de sus empleados y fomentar que organicen su tiempo de la manera que más les beneficie para rendir más.

Hace una diferencia clara entre dos tipos de trabajadores –o tipos de trabajo que puede hacer una persona en un momento dado–, managers/gestores y makers/creadores.

El manager encuentra un alto retorno para su tiempo invertido recopilando información valiosa para tomar decisiones, desarrollando a su equipo o haciendo networking. Todas son actividades que van muy ligadas a la interacción con otras personas, por lo tanto, sacará mucho partido de un calendario plagado de reuniones –donde su presencia sea relevante–, de las charlas de pasillo y de los cafés a primera hora de la mañana.

Por el contrario, el maker o creador saca el mayor partido de su tiempo si consigue centrarse en una tarea relevante por períodos suficientemente largos de alta concentración. Así que un exceso de reuniones y un día lleno de interrupciones continuas minan su productividad. El maker sufre en contextos en los que pasas mucho tiempo justificando resultados y preparando presentaciones para contar lo que vas a hacer, mientras que solo dedica los minutos libres que va rescatando para ejecutar las tareas que realmente generarán valor.

Alex cuenta que, en sus empresas ha sido clave que permee la diferencia entre el trabajo de maker y el de manager, hasta el punto de transformar la jerga. Es normal escuchar frases como “por favor, búscame un hueco mañana porque hoy tengo un día maker” en sus empleados a todos los niveles. Su idea de podría resumir en que es buena idea dejar un poco en paz a los que hacen que las cosas valiosas sucedan.

A la larga, el manager será el mayor beneficiado.

Independientemente de cuál sea tu trabajo, hay formas que podrían resultarte útiles para gestionar mejor la energía, la atención y el tiempo si tienes una «época maker».

Yo tengo un trabajo mixto.

A veces soy un gestor puro y saco muchísimo partido de múltiples reuniones para hacer seguimiento de la ejecución de un proyecto, y otras veces soy un creador que se implica directamente en tareas relevantes para el avance del proyecto.

Para mí es clave hacer hueco en mi agenda para trabajo de alta concentración, y en el mundo hiperconectado y caótico en el que vivimos no es nada fácil.

Así es como yo lo hago.

La base de todo es no dejar de reflexionar sobre cuáles son mis objetivos prioritarios y qué podría hacer para estar un poco más cerca de alcanzarlos.

Lo segundo es buscar –siempre que esté en mi mano– un momento del día de unos 90 minutos en el que sepa que puedo ofrecer mi pico de rendimiento, en mi caso sucede a primera hora de la mañana. Es importante agendarlo con antelación y blindarlo. Blindarlo de verdad.

Antes de empezar el bloque de trabajo hago un ritual que me permite mantener la concentración durante los 90 minutos –que parece ser un tiempo ideal para mantener el foco. Mi ritual lo aprendí de Chris Bailey en su libro Hyperfocus.

  1. Busco un sitio donde sepa que no me van a molestar. En casa no me cuesta, pero si estoy en la oficina me encierro en una sala.
  2. Me preparo un café solo.
  3. Dejo los móviles fuera o en modo avión y cierro el gestor de correo electrónico y cualquier otra fuente potencial de distracciones que haya en el pc.
  4. Me pongo auriculares con cancelación de ruido y ondas alpha o sonidos de la naturaleza de fondo.

Y ya solo me queda ponerme a trabajar. Me centro en las tareas de más valor y más demanda energética que me ayuden a avanzar en mis proyectos más importantes. Nada de mail, nada de distracciones, nada de nada. Solo lo importante.

Así de simple.

Alrededor de este bloque de alta concentración sigo teniendo reuniones, muchos mails, imprevistos, llamadas fuera de hora y urgencias varias.

Esta forma de entender cómo debes organizar tu jornada en función de tu tipo de trabajo no es magia ni es el resultado de complicadas teorías. El planteamiento de este artículo es puro sentido común.

  • Trabajando con foco en tus proyectos más importantes avanzarán más rápido.
  • Hacerlo cuando tienes energía disponible hará que entregues un resultado mejor sin sentir tanto desgaste.
  • 90 minutos es menos del 20% de una jornada de 8 horas. El mundo seguirá girando sin tu presencia durante ese ratito.

Lo único que propongo es que protejamos nuestra capacidad de concentración. No se trata de algo inalcanzable, o un lujo que no nos merezcamos.

Es nuestra mayor posibilidad de rendir al máximo nivel de forma sostenible.

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